miércoles, 15 de enero de 2014

PRE-JUZGAR



PRE-JUZGAR
Nos pasamos la vida pre-juzgando situaciones, opiniones, momentos, personas, casi lo pre-juzgamos todo, y es que somos tan listos!!!
Como lo sabemos todo de todo, ¡hala, a pre-juzgar que es gratis!; ¿Gratis?, no creo que sea gratis, de hecho en la parcela comercial, que es la que me compete, suele salir muy caro cada “pre-juzgamiento”.
El vendedor, “junior, senior, etc…”  ( es increible las palabrejas que adaptamos a nuestro idioma para resaltar algo obvio) suele cometer la imprudencia de pre-juzgar a sus clientes una y otra vez. Es de cajón, a las personas nos cuesta el mismo esfuerzo encontrar una excusa para hacer las cosas, como para no hacerlas, pero nos inclinamos una y otra vez en buscar la excusa para no tener que hacerlas y en ocasiones, si no nos convence mucho la excusa encontrada, empleamos mayor esfuerzo en encontrar una mejor, con lo que duplicamos el esfuerzo en algo negativo en nuestras vidas en lugar de hacer un menor esfuerzo en realizar una ACCIÓN que nos dará, seguro, algo positivo.
En las primeras visitas a clientes, realizadas por un vendedor, no se suele sacar grandes resultados, sobretodo sueles recopilar información, pero es en estas visitas donde el vendedor comete el gran error; suele quedarse con la primera impresión entregada por su posible cliente, que si bien en la vida en general las primeras impresiones son las “buenas”, un vendedor, bueno, el bolsillo del vendedor, su cuenta corriente, la consecución de objetivos marcados para final de año, etc… no puede permitirse el lujo de quedarse con esa primera impresión, tanto si es buena, como si es mala, pero son más perjudiciales las malas.
En cuanto el posible cliente le diga al vendedor: “siempre compro al mismo proveedor, me hace buenos precios y me gusta su producto; soy cliente desde hace 30 años y tengo una amistad… buuueeeennoooooo… somos como hermanos”; algo así te mina la moral, le dejas la tarjeta de visita porque quieres deshacerte cuanto antes de todas las que llevas en el bolsillo, pero te sales con cara de pocos amigos y con una lucha interior de tirar p’alante o tirarlo todo por la borda y abandonar; como dice un amigo mío: “no sé si tirarme al tren o al maquinista”.
Lo normal que hacemos los vendedores es tirar p’adelante, sigues visitando e incluso en alguna llegas a firmar el ansiado pedido, recargas pilas y sigues con tu trabajo.
Las frases demoledoras de los clientes llegan incluso a decirte directamente que “ no me visites más, no pienso comprarte”, algo así te hunde, pero, ¡¡¡ somos vendedores y nacimos para vender!!! ¡¡¡Nassío pa vender!!!! Esto debería de ser una pegatina identificativa de los vendedores en sus coches; pero….. todo esto te lleva a cometer el error de pre-juzgar, porque cuando vuelves a pasar por delante de la oficina o casa de ese cliente, te dices a ti mismo: “no lo visito, porque total, no me va a comprar”, es porque recuerdas tu primera visita o incluso te pasa con clientes visitados repetidas veces y nunca te han comprado, llega un día en que estás plantado delante de su puerta y no entras porque nunca te ha comprado, pero…. Que no se nos olvide que todo cliente fiel a un proveedor o marca puede enfadarse con su actual proveedor por un retraso en la entrega, un descuento mal o no alplicado, un cambio de vendedor, o …. vete tu a saber, mil y una cosa pueden ocurrir y ese cliente que nunca te ha comprado, ese que te juró que nunca cambiaría de proveedor, aquel que poco más o menos te echó por la puerta y no quería que lo visitaras más, ese cliente, de repente, necesita tu producto, necesita rapidez en la entrega, que le soluciones su necesidad, sea cual sea tu negocio, de repente se abre una puerta que creías cerrada de por vida, una oportunidad de realizar tu venta que si cometes el error de PRE-JUZGAR y no sigues visitando al cliente, si no haces un seguimiento de sus necesidades (cubiertas o no) si no realizas el trabajo de vendedor al 100%, se escapa la ocasión, tu oportunidad y además para rematar tu pesadilla, la venta la realizará otro vendedor que sí realiza su trabajo.
Acordaros de que el mar o el río, con su agua fresca, suave, cristalina, puede contra cualquier roca que se cruza en su camino y no precisamente por ser más fuerte, sino por perseverar e insistir en su objetivo.
 A VENDER,  QUE SON DOS DÍAS.

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