QUIE[É]N NOS VALORA [?]
Tanto para ver, tanto por ver,
tanto visto, dos ojos viendo y sin embargo estamos ciegos. Posiblemente porque
solo miramos, no voy a explicar la diferencia entre mirar y ver porque el que
no tenga claro esta diferencia es que quiere ser ciego por encima de todo, ya
sabéis que no hay mas ciego que aquel que no quiere ver.
Sin embargo nos creemos con el
don de la crítica y la valoración de cualquier tipo de tema, y es que hay cada
osado… en el mundo futbolístico es como llevar un entrenador dentro, todos
sabemos de fútbol mucho más que los entrenadores, jugadores y directivos, que
además cada vez más son exfutbolistas, criados en el mundo del fútbol, pero
¿qué leches van a saber ellos de fútbol? La alineación y el sistema de juego lo
hago yo con la punta del …… lápiz.
En el mundo comercial pasa
exactamente lo mismo, nos juzgamos y prejuzgamos todos sin tener ni la menor
idea de la historia que hay detrás de cada persona (como la vida misma) y nos
sentimos superiores al resto, nos sentimos con el poder supremo de conocer el
valor de una persona, tenemos el sexto sentido que nos dice cuánto valor tiene
el compañero nuevo, el jefe de ventas, el director comercial, el gerente (ese
tipo que no sabe hacer la “O” con un canuto; por cierto, menuda frase,
deberíamos actualizar el refranero porque puede llevar a confusiones), y para
un comercial ni hablemos de los informáticos y administrativos, que se queden
en el subsuelo ese donde viven [ironía], aunque al revés también lo podríamos
catalogar, de todo hay en la viña del…del…. bueno cada uno que le ponga el jefe
que quiera a la viña.
A lo largo de nuestra vida
almacenamos conocimientos por trabajos realizados, experiencias, errores,
alegrías y decepciones, estudios y lectura; podemos llegar a conocer muy bien
algún tema en el cual, dichos conocimientos, nos otorgan la posibilidad de
opinar sabiendo de qué hablamos, lo que se llama “conocimiento de causa”,
capaces de enseñar, de hacer de mentores, profesores, coach, a los que llegan
apretando, una nueva generación. Pero no tenemos el poder de valorar todo, tan
solo un experto, un entendido, experimentado en la materia y curtido en ese
tema, podría valorar algo relacionado con sus conocimientos.
Como ejemplo el cuento del
muchacho y el anillo, en principio se le adjudica a Jorge Bucay, pero la
verdad, lo he leído en tantos libros que no lo podría afirmar, de todas formas,
lo cuento a mi manera:
“Un muchacho buscó un sabio para
que le aconsejara y ayudara porque se sentía poca cosa y todos le decían que no
servía para nada. El sabio le dijo que primero tenía que solucionar un asunto
personal y luego le podría ayudar, no obstante, si el muchacho le ayudaba
primero a él, terminaría antes y pasaría más rápido a ayudarle; el muchacho
accede y el sabio le entrega un anillo de oro indicándole que lo tiene que
vender en el mercado del pueblo, pero no puede aceptar menos de una moneda de
oro por el anillo, de lo contrario que no lo venda.
El muchacho llega al mercado y
empieza a ofrecer el anillo, los primeros no le hacen caso, otros ni miraban el
anillo, alguno le ofrece alguna moneda de plata pero nadie le daba una moneda
de oro tal y como el sabio le había dicho. Más de cien personas habría en el
mercado y nadie quiso pagar el precio que pedía. Abatido, el muchacho vuelve al
sabio y le anuncia el fracaso en la venta; el sabio le dice que vuelva al
pueblo y esta vez vaya a ver al joyero, pero que no le venda el anillo por
mucho que éste le ofrezca. Cuando llega al joyero del pueblo, éste le dice:
dile al sabio que si es urgente la venta, le doy 58 monedas de oro y que con un
poco de tiempo podría ofrecerle más de 70 monedas.
El muchacho, muy emocionado
vuelve al sabio y le cuenta la buena noticia, a lo que el sabio le responde que
él es como el anillo de oro, una joya valiosa y única y como tal, solo puede
ser valorado por un experto.”
No pretendamos que cualquiera
descubra nuestro verdadero valor ni el de los productos/servicios que vendemos.
Como he dicho en algún otro artículo, hay una cosa para cada lugar y un lugar
para cada cosa.
A VENDER,
QUE SON DOS DÍAS.
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