miércoles, 16 de abril de 2014

Quie[é]n nos valora[?]

QUIE[É]N NOS VALORA [?]

Tanto para ver, tanto por ver, tanto visto, dos ojos viendo y sin embargo estamos ciegos. Posiblemente porque solo miramos, no voy a explicar la diferencia entre mirar y ver porque el que no tenga claro esta diferencia es que quiere ser ciego por encima de todo, ya sabéis que no hay mas ciego que aquel que no quiere ver.

Sin embargo nos creemos con el don de la crítica y la valoración de cualquier tipo de tema, y es que hay cada osado… en el mundo futbolístico es como llevar un entrenador dentro, todos sabemos de fútbol mucho más que los entrenadores, jugadores y directivos, que además cada vez más son exfutbolistas, criados en el mundo del fútbol, pero ¿qué leches van a saber ellos de fútbol? La alineación y el sistema de juego lo hago yo con la punta del …… lápiz.

En el mundo comercial pasa exactamente lo mismo, nos juzgamos y prejuzgamos todos sin tener ni la menor idea de la historia que hay detrás de cada persona (como la vida misma) y nos sentimos superiores al resto, nos sentimos con el poder supremo de conocer el valor de una persona, tenemos el sexto sentido que nos dice cuánto valor tiene el compañero nuevo, el jefe de ventas, el director comercial, el gerente (ese tipo que no sabe hacer la “O” con un canuto; por cierto, menuda frase, deberíamos actualizar el refranero porque puede llevar a confusiones), y para un comercial ni hablemos de los informáticos y administrativos, que se queden en el subsuelo ese donde viven [ironía], aunque al revés también lo podríamos catalogar, de todo hay en la viña del…del…. bueno cada uno que le ponga el jefe que quiera a la viña.

A lo largo de nuestra vida almacenamos conocimientos por trabajos realizados, experiencias, errores, alegrías y decepciones, estudios y lectura; podemos llegar a conocer muy bien algún tema en el cual, dichos conocimientos, nos otorgan la posibilidad de opinar sabiendo de qué hablamos, lo que se llama “conocimiento de causa”, capaces de enseñar, de hacer de mentores, profesores, coach, a los que llegan apretando, una nueva generación. Pero no tenemos el poder de valorar todo, tan solo un experto, un entendido, experimentado en la materia y curtido en ese tema, podría valorar algo relacionado con sus conocimientos.

Como ejemplo el cuento del muchacho y el anillo, en principio se le adjudica a Jorge Bucay, pero la verdad, lo he leído en tantos libros que no lo podría afirmar, de todas formas, lo cuento a mi manera:

“Un muchacho buscó un sabio para que le aconsejara y ayudara porque se sentía poca cosa y todos le decían que no servía para nada. El sabio le dijo que primero tenía que solucionar un asunto personal y luego le podría ayudar, no obstante, si el muchacho le ayudaba primero a él, terminaría antes y pasaría más rápido a ayudarle; el muchacho accede y el sabio le entrega un anillo de oro indicándole que lo tiene que vender en el mercado del pueblo, pero no puede aceptar menos de una moneda de oro por el anillo, de lo contrario que no lo venda.

El muchacho llega al mercado y empieza a ofrecer el anillo, los primeros no le hacen caso, otros ni miraban el anillo, alguno le ofrece alguna moneda de plata pero nadie le daba una moneda de oro tal y como el sabio le había dicho. Más de cien personas habría en el mercado y nadie quiso pagar el precio que pedía. Abatido, el muchacho vuelve al sabio y le anuncia el fracaso en la venta; el sabio le dice que vuelva al pueblo y esta vez vaya a ver al joyero, pero que no le venda el anillo por mucho que éste le ofrezca. Cuando llega al joyero del pueblo, éste le dice: dile al sabio que si es urgente la venta, le doy 58 monedas de oro y que con un poco de tiempo podría ofrecerle más de 70 monedas.

El muchacho, muy emocionado vuelve al sabio y le cuenta la buena noticia, a lo que el sabio le responde que él es como el anillo de oro, una joya valiosa y única y como tal, solo puede ser valorado por un experto.”

No pretendamos que cualquiera descubra nuestro verdadero valor ni el de los productos/servicios que vendemos. Como he dicho en algún otro artículo, hay una cosa para cada lugar y un lugar para cada cosa.


A VENDER,  QUE SON DOS DÍAS.

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